martes, 9 de octubre de 2007

Más vale maña...

Este otoño se me ha ocurrido construirle un aparcamiento al Mondeo que, siendo ya un auténtico “teenager”, pasa los inviernos soportando duros hielos y cenceños alistanos.
Para construir ese cobijo, debían poner dos vigas de hierro de siete metros de largo sobre unos pilares que ya estaban hechos.
Observaba yo de cerca al obrero, que había dejado de trabajar y miraba cabilando hacia lo alto de la construcción, cuando colocó una escalera de mano al pie de uno de los pilares frontales y se dirigió a mí.
-Necesito tu ayuda
-Tú dirás, Mateo- imaginé inocente que el chico necesitaba mi gran inteligencia practica.
-Solo podré subir las vigas a esa altura si me prestas ayuda.
Me quedé estupefacta al tiempo que maravillada, ¿cómo podía pensar que una abuela camino de los setenta pudiera prestarle semejante ayuda? Se dio cuenta de mi extrañeza y antes de que pudiera yo negarme, dijo.
-Si tú haces lo que yo te diga, subiré la viga sin trabajo. Te lo aseguro- lo decía tan convencido...
- De acuerdo. ¡Puños fuera!- dije dando un brinco mientras extendía hacia el universo mis flacos y blandos bracitos como si fueran de hierro.
Al segundo siguiente estaba yo pegadita al culo de Mateo, quien había abrazado un extremo de la viga bajo el sobaco y me pedía que hiciera exactamente lo mismo que él. A la cuenta de tres y con el mismo pie fuimos hacia adelante con los 130 kg.
Miré hacia atrás y ¡oh milagro, la viga nos seguía como si fuera nuestro rabo! Mi gozo era gigantesco.
Luego, a la voz de ya, fuimos apoyandola en los peldaños de la escalera hasta depositarla en lo alto. Ninguno de los dos jadeamos.
La sonrisa aun no se ha ido, se quedó en mi cara, o quizá sea que el gozo sigue en mis células. Ya nunca diré eso de: “no seré capaz”

3 comentarios:

Ángela dijo...

Digna heredera de Sansón, sí señor.
¡Qué contentito va a estar el Mondeo este invierno, con casa nueva!
¡Felicidades a ambos!

Larrey dijo...

sabiduría popular, si señor

Anónimo dijo...

la fuerza está en la creencia, decía mi abuela. Y tú tienes fe, demostrado lo has.